Si es necesario les daré a las cosas
otros nombres que van a redimirlas,
y un distinto color para no herirlas
y equivalencias de abedul y rosas.
Viento a las piedras llamaré. Mimosas
a los moluscos; nieve a las esquirlas
y arrullo al corazón, que al percutirlas,
estremece las venas misteriosas.
Y yo me nombraré savia. Quisiera
savial vivir. No estoy arborecido,
pero escucho crecer la primavera
bajo mi vegetar empedrecido.
Llamadme savia. Savia que pudiera
ser la resurrección que he presentido.
Germán Pardo García
lunes, 30 de enero de 2012
jueves, 5 de enero de 2012
ES UNA APUESTA LA VIDA
(a mis amigos)
No dejes que me calle
aunque yo calle,
tú sabes bien
que no hubiese llegado
hasta ti, de no tener mensaje.
No dejes que me enrosquen
los tontos pasajeros de la lluvia,
resguardándose de sus gotas,
mientras yo me baño
con el agua que cae en mi cabeza.
No hay ruinas cuando llueve,
el agua hace correr
el mal congelado en los surcos,
pasos por donde anda el camino.
Una mansa deriva
para los soñadores aún despiertos,
apostando al naipe más alto de la vida,
que seguramente algún día saldrá.
Es una apuesta la vida.
A veces me parece no estar en ella,
y otras me duele el tiempo
por donde mi ser camina,
y me encuentra el alma en cada esquina,
y hago silencio para seguir viajando,
para no ser descubierto, y silbo.
(del libro inédito de Lucía Serrano, "La sangre que faltaba"
No dejes que me calle
aunque yo calle,
tú sabes bien
que no hubiese llegado
hasta ti, de no tener mensaje.
No dejes que me enrosquen
los tontos pasajeros de la lluvia,
resguardándose de sus gotas,
mientras yo me baño
con el agua que cae en mi cabeza.
No hay ruinas cuando llueve,
el agua hace correr
el mal congelado en los surcos,
pasos por donde anda el camino.
Una mansa deriva
para los soñadores aún despiertos,
apostando al naipe más alto de la vida,
que seguramente algún día saldrá.
Es una apuesta la vida.
A veces me parece no estar en ella,
y otras me duele el tiempo
por donde mi ser camina,
y me encuentra el alma en cada esquina,
y hago silencio para seguir viajando,
para no ser descubierto, y silbo.
(del libro inédito de Lucía Serrano, "La sangre que faltaba"
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