domingo, 20 de junio de 2010

F E L I Z D I A D E L P A D R E

RASGOS DE LA INFANCIA

a mi padre

Rasgos de la infancia, fueron una anterioridad que no tuve en
días posteriores y no pude renunciar hasta encontrar, tanta belleza
desacostumbrada.
Mi padre era un señor, dibujante de formas con su cuerpo, todo
un artista, un hombre sin el tiempo.
Bailarín profesional, no tuvo caídas.
Nunca más fui tan felíz, como cuando subía con el a las montañas.
Lo angustiaba no poder complacerme a cada instante, mas no intentaba.
Los rasgos de la infancia, siempre vuelven a sorprender mis pasos.
Mi padre, rey del espacio que dibujaba, murió en una noche donde
ya no bailaba.
Sin poder comprender que hay más formas, más movimientos, rigidizó
su cuerpo, se hizo todo espíritu, se hizo manso al tiempo y
también se hizo el muerto.
Desde entonces suspendí la certeza de la muerte, esperando volver
a verlo algún día entre la niebla.
Su retrato guardó en mi alma, todos los secretos que construyeron
entre risas sus palabras.
Después, llegaron los días donde él no estaría.
Yo recordaba las rosadas tarde al sol, las noches plateadas por
la luna, el último tango sin cansancio.
Su ausencia de formas, su instantaneidad.
Parecía no tener ni pasado ni futuro y en el presente siempre era
otro.
Tenía pocas posibilidades, porque aprendió a pactar con la
verdad.
Aceptaba propuestas que nadie se animó a hacerle.
Amaba a las mujeres, sobre todo a la suya.
Una voz, una intención, detenían sus pasos.
Nunca pedía lo imposible, tal vez lo haya tenido.
Y con ese saber que conocía, yo quería vivir en mi camino, hacer-
lo grande, un genio, un bailarín, o un asesino.
Mi ambición fue suprema, el dolor vino después, colado con los
restos de lo que nunca atrapará el saber.
Y así como esa noche se terminaba el mundo, he quedado en el
mundo sin su amor y siento más que nunca que me amaba.
Un gigante del sol en horizontes vírgenes, vendedor de ilusiones
por las noches, fueron días de muchas alegrías, de confusión,
de éxtasis, de agonías.
Cuando su cuerpo se pudría en el seno de la tierra, no encontré
paz, no encontré eco, no encontré bienestar, no lo encontré nunca
más.
Sólo escuché su voz en la distancia, nombrando el silencio que
anuncia los misterios.
Centellante latir, repitiéndose en la fijeza de la voz.
Una eternidad suficiente, pausas del tiempo, un impalpable.
Afiebrados latidos del corazón, hicieron que un día me tragara
todo su amor de golpe.
Extravagancia, aceptando ser la realeza de una pasión delicada.

(del libro "Blues para la Corona" de Lucía Serrano)

5 comentarios:

  1. Hola!
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    Catherine

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  2. Un bello texto
    Palabras que encierran a la vez,la dulce tristeza de la ausencia y la certeza de lo vivido. De aquello que dejó su impronta en nosotros y jamás será olvidado.
    Mi saludo
    Rorry, la Charo

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    Respuestas
    1. Hola Rorry!
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      Un abrazo!
      Verdores de Tigre

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